“Lo bello es difícil”, nos recordaba Platón el proverbio griego en uno de sus Primeros Diálogos.
Difícil, quizá, por ser un concepto que apela al sentimiento y a la emoción. Propone la RAE, en una controvertida definición, que la belleza es la “propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual.”
No nos gustaría centrarnos en esta Jornada exclusivamente en la experiencia visual, en la imagen, porque aunque somos seres esencialmente visuales y vivimos bombardeados por estímulos estéticos, en nuestra cultura de masas la imagen omnipresente en revistas, cine, publicidad, incorpora formas comerciales de belleza que podemos fácilmente ingerir. Se declara como un logro que se ha democratizado el acceso a la belleza.
Y mientras tanto, el arte (¿o “Arte”?)… Nunca estuvo tan alcance de tantos, nuestros museos nunca tuvieron tanto público, nunca estuvo tan presente ni tan multiplicada esta necesidad de consumo. Pero cabe la duda de que se despierte multitudinariamente ese deleite espiritual. Porque nuestra primera sorpresa es que tanta exposición estética termina por anestesiarnos. De tanto acceso a la belleza, parece que la hemos desgastado… Y al abrigo de esa dificultad de lo bello, se han cometido todo tipo de abusos. Y qué ocurre con la música, con el canto, con la danza, la gastronomía… ¿Es “estética, también?
La belleza no parece ser hoy un valor como lo fue en otros momentos de la Historia. Y por eso nos preguntamos: ¿Qué tipo de belleza anhelamos en nuestra cultura actual? ¿Hemos roto con viejos cánones ya innecesarios o la hemos vaciado de significado? ¿La belleza ha dejado de ser un valor para ser un objeto de consumo? ¿Si el arte no recrea ya la belleza, dónde se alberga hoy la belleza? O simplemente, ¿ya no anhelamos la belleza? ¿Es la belleza un mero capricho cultural? O, por el contrario, ¿es la belleza parte de nuestros instintos, parte de nuestros rasgos evolutivos? No hemos de perder la noción (y este es el motivo de estas jornadas) que la belleza siempre se origina en nuestro cerebro.
Si la capacidad para percibir la belleza formara parte de nuestra mente y fuera un producto de nuestra actividad cerebral, ¿no deberíamos compartir un sustrato de juicio común para apreciarla, algún criterio objetivo? Porque, aunque se repite que la belleza es enteramente subjetiva, lo cierto es que se comienzan a reconocer patrones estéticos universales.
El Universo no tiene necesidad de ser bello, y sin embargo es bello. ¿Hay belleza en la búsqueda de inteligencia fuera de este planeta? Y si hubiera seres inteligentes fuera, ¿Cómo percibirían ellos la belleza? ¿Acaso nos hemos preguntado si los animales que comparten nuestra Biosfera tienen consciencia o alma? Y lo más intrigante: ¿evolucionará la tecnología hasta el punto de crear mecanismos capaces de tener una especie de “autoconsciencia”, con inteligencia y capacidad de entender la belleza? En caso afirmativo, ¿cómo interacturía el ser humano con estos “robots” dotados de sentimiento estético?
Si únicamente la belleza fuera una mera percepción subjetiva, todo se reduciría a que percibir la belleza es una cuestión de gusto, como se degusta un buen vino. Pero ¿se nace con ese gusto, o se hace ese gusto?
Es posible que la increíble complejidad del Universo en todos sus niveles genere, como necesario producto emergente, tanto el entendimiento cerebral de la belleza como la espiritualidad y la consciencia.
Hay más preguntas que respuestas, como vemos.
Trataremos de entender algo, con razón e ilusión, en esta nueva Jornada de Neuroestética.
Os esperamos.
Necesitamos debatir multidisciplinarmente estos interrogantes…
Os esperamos!!